viernes 29 de marzo de 2024
EL MIRADOR POLÍTICO

El vaciamiento de Antofagasta

Por Redacción El Ancasti

La postergación a la que es sometido el departamento Antofagasta de la Sierra ratifica la marcada vocación retórica de la política local. Postulado por lo extraordinario y único de sus bellezas paisajísticas como la más valiosa gema turística de la provincia, fue objeto de un saqueo por parte de intendentes y dirigentes capitalinos cuyo ostensible carácter no ha bastado para movilizar reacciones a nivel gubernamental. 

Noticias recientes con reminiscencias de las aventuras automovilístico-etílicas del ex intendente Carlos Fabián parecen señalar la insistencia en el derrotero del desatino. 

Ganó los titulares una secuencia de hechos desafortunados en perjuicio del parque automotor de la comuna, ahora gobernada por el radical Julio Taritolay: el vuelco de una camioneta Hilux en Paicuqui, otro accidente de un camión volcador en El Peñón, un tercer siniestro de otra Hilux en la Quebrada de Indalecio y el secuestro de un cuarto vehículo de la comuna en la localidad riojana de Aimogasta. 

La maledicente población antofagasteña –pueblo chico, infierno grande- no tardó en vincular la mala suerte de los vehículos municipales con el hecho de que el intendente le alquile camionetas a las mineras, especie que el lord mayor se apresuró a desmentir. Aseveró que por los utilitarios de su propiedad que se usan en tareas de la municipalidad no cobra un peso.

Como sea, los precedentes asentados por Fabián habilitan la suposición de que semejante acumulación de incidentes sigue una suerte de política de Estado antofagasteña que trasciende la filiación de sus jefes comunales. De arranque no más, Taritolay reproduce conductas que a su antecesor le valieron justa fama de irresponsable.


Una fortuna

Sin embargo, los recurrentes choques de Fabián, muchos de ellos en estado de ebriedad, son lo menos significativo de su gestión. 

Entre 2004 y 2013, Antofagasta de la Sierra recibió, en cifras actualizadas, 112 millones de pesos en concepto de regalías mineras, que equivalen a cinco años y medio de coparticipación municipal. 

El flujo de tamaña fortuna, que para la inhóspita y poco poblada Antofagasta es mucho más importante, no puede advertirse en ninguna obra de envergadura, ni siquiera en el embrión de una infraestructura de recepción turística en la que asomen vestigios de alguna consistencia entre los tan apasionados como gratuitos discursos oficiales de orgullo por la belleza agreste de la Puna y las realizaciones concretas. 

El viajero encontrará, sin dudas, elementos para nutrir su anecdotario aventurero, más que nada por la ausencia de servicios, el pésimo estado de la ruta, lo precario de los alojamientos y la más bien raleada labor de médicos que "saben venir” a la posta. Este contexto de incomodidades no es obstáculo para que cultores del motocross, los cuatriciclos y las 4x4 asuelen los paisajes que tanto se promocionan y los destruyan impunemente aprovechando la falta de controles.

Movimientos sugestivos

112 millones de pesos no han sido suficientes para comenzar a desviar a los antofagasteños del derrotero de frustraciones al que sus gobernantes los han condenado.

En noviembre, quince días antes de dejar el comando del municipio, Carlos Fabián, que no rendía cuentas del gasto de la renta minera desde 2012, retiró nada menos que 4 millones de pesos de la cuenta de regalías. Su sucesor, Taritolay, lo denunció. Fabián argumentó que había utilizado la plata para pagarles a proveedores y elevó tardíamente un informe al Tribunal de Cuentas en el que alude a la consolidación de "huellas y caminos” y la edificación del "ala oeste de la hostería municipal”.Ya se verá qué determina el Tribunal de Cuentas sobre estas apuradas justificaciones esgrimidas por el ex intendente, pero el historial no es de lo más auspicioso. Entre los sumarios iniciados contra el señor Fabián por presuntas malversaciones de las regalías, se destaca el que determinó que el 4 de octubre de 2009 había sacado 6 millones de pesos de la cuenta de las regalías y los había invertido en un plazo fijo cuyos intereses acumulaba en una cuenta aparte.


Complicidades

Resulta inaudito que un despilfarro y un saqueo evidentes de la envergadura de los que se llevaron adelante en Antofagasta de la Sierra, en forma sistemática, con "modus operandis” idénticos y fácilmente reconocibles, a lo largo de años de varios años, no haya precipitado la intervención del Gobierno provincial. Tan inaudito, que es imposible no concluir que existe una trama de complicidades y encubrimientos que no han de haberse tejido ciertamente ad honorem.

Los esquemas políticos antofagasteños cuentan con fogoneros y protectores conocidos en la Capital, quienes no sólo se ocupan de gestionar impunidad administrativa, civil y penal, sino que promueven y lucran con las desmesuras y corruptelas, alegando presuntos caudillajes que ejercen por control remoto. Actuaron y actúan en el vaciamiento de Antofagasta de la Sierra ejecutores e ideólogos perfectamente identificados.La prescindencia del Gobierno provincial, la reticencia a intervenir en el municipio, alienta las sospechas de que la red es más extensa de lo que parece. 

Como telón de fondo de la crónica del fraude y la novela picaresca está la hipocresía palmaria de exponer a Antofagasta como el principal capital turístico de Catamarca mientras se permite la malversación de los recursos económicos que podrían servir para comenzar a posicionarla como destino y fuente de ingresos genuinos.

El caso de Carlos Fabián y sus padrinos en los despachos de San Fernando del Valle de Catamarca configura un antecedente inquietante. Fueron dos gestiones consecutivas en las que el departamento quedó librado a su suerte, convertido en feudo para las tropelías e irresponsabilidades del intendente y su gavilla de cómplices e instigadores. El Gobierno debería tomar medidas para prevenir que los vehículos accidentados por Taritolay tan temprano no se conviertan en el inicio de un nuevo ciclo de escándalos.

CAJONES


Noticias recientes con reminiscencias de las aventuras automovilístico-etílicas del ex intendente Carlos Fabián parecen señalar la insistencia en el derrotero del desatino. 


La prescindencia del Gobierno provincial, la reticencia a intervenir en el municipio, alienta las sospechas de que la red de complicidades es más extensa de lo que parece. 




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