jueves 28 de marzo de 2024
CARA Y CRUZ

Conflicto docente: la agenda ausente

Nada nuevo hay en el horizonte del conflicto docente. Ayer, como estaba previsto, concluyó la segunda semana consecutiva de paro de los gremios del sector con una movilización frente a Casa de Gobierno. Fue una manifestación tranquila, bien nutrida y con los discursos de ocasión que suelen acompañar estas protestas. Los gremialistas reclamaron por la falta de acuerdo con el Ministerio de Educación en las modificaciones al Nomenclador docente. La discrepancia principal es por los plazos en torno a la puesta en marcha del aumento de puntos por cada cargo. Mientras el Gobierno propone finalizar el incremento de 181 a 300 puntos en marzo de 2017 –con un primer tramo un año antes-, los gremios exigen que el encuadramiento termine en diciembre de 2016. Es decir, la discusión se reduce a una diferencia de apenas cuatro meses. Y por culpa de ese nudo miles de alumnos de Catamarca llevan perdidos 23 días de clases en lo que va del año. Pero los paros continuarán en los próximos días y la pérdida educativa será mayor. Pero a nadie parece importarle demasiado lo que los alumnos resignen en términos de contenidos. A la cartera educativa le interesa que no haya paros y a los gremios, solamente conseguir un aumento de los puntos del Nomenclador, que no es otra cosa que un incremento salarial adicional al ya pactado a principios de año, lo cual se traduce a su vez en un aumento en los aportes sindicales que se deducen del salario docente para la caja de cada entidad. 


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En otras palabras, el Ministerio de Educación y los gremios docentes siguen discutiendo, como sucede hace ya bastantes años, la cuestión salarial. Es la agenda de los sindicalistas lo que está en la mesa de negociación y no otra cosa. El Gobierno sigue siendo rehén de esta imposición sectorial, mientras que resigna el abordaje de los temas de fondo de la educación. Por falta de voluntad y firmeza política, la reforma que demanda a gritos el sistema educativo de la provincia se dilata en el tiempo, en perjuicio de las generaciones actuales y futuras. De hecho, hasta ahora no ha logrado priorizar el tratamiento de la modificación del Estatuto del Docente, un ordenamiento absolutamente anacrónico que no refleja la realidad de los educadores hoy y que no sirve para resolver ningún conflicto. Por caso, el régimen vigente sigue considerando "zonas desfavorables” a lugares como Banda de Varela, Antapoca, Santa Cruz y Nueva Coneta, entre otros, cuando quizás habría que replantear las condiciones educativas en los barrios del sur y del norte de la Capital, donde la situación social juega un papel preponderante en la planificación de cualquier política pública. Sin embargo, subsiste la falsa creencia de que una reforma del Estatuto sería en detrimento de los docentes, cuando en rigor pueden ser los más beneficiados. 


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Del mismo modo, la actualización del Estatuto podría incluir ítems como el pago del presentismo –como sucede en otras áreas del sector público provincial-, lo cual también favorecería a los docentes que se esfuerzan por cumplir. Y, por cierto, es sumamente necesario implementar un sistema coherente y eficaz de licencias, suplencias y comisiones de servicio, para evitar los trastornos en los reemplazos y reducir el gasto desmesurado que tienen las finanzas públicas por la aplicación a ciegas de las normas vigentes. Como se señaló hace un par de semanas en esta columna, el Gobierno hoy cuenta no solo con la autoridad sino fundamentalmente con la legitimidad política consagrada en las urnas el 9 de agosto para avanzar con las reformas de fondo que requiere la educación. Pero de nada sirve la ratificación de esa confianza por parte de los ciudadanos si los interlocutores designados para negociar con los gremios carecen de idoneidad y solvencia profesional para encarar el diálogo. En la marcha de ayer algunos de los principales referentes del sindicalismo docente ya anticiparon que no están dispuestos a perder más tiempo con el ministro José Ariza, a quien observan sin autoridad ni fuste para continuar las negociaciones. Tal apreciación tiene un correlato innegable en el seno del Gobierno: la soledad política de Ariza en el momento más difícil. Un relevo asoma en el escenario próximo. 


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