Las posiciones
han llegado a un punto extremo, de imposible retorno. Para Belén, la mina Bajo
El Durazno se encuentra en su jurisdicción y, por lo tanto, las regalías
futuras del proyecto le corresponden en su totalidad. Suman el hecho de que el
juez de Minas, Raúl Cerda, ha declarado que el yacimiento, de acuerdo con
información de la Dirección de Catastro de la Provincia, está situado por
completo en la cuna del Poncho. "Desde que se está explotando Bajo La Alumbrera
hasta la actualidad, los belichos estuvimos regalando la mitad de nuestras
regalías. Ya demasiados generosos hemos sido los belichos con Andalgalá",
expresó el senador de ese departamento, Ricardo Castellanos, tras la
convocatoria de intendentes y legisladores en la que consensuaron una postura
común sobre el asunto. Por el lado de Andalgalá, la postura es igual de firme.
Allí, los intendentes Alejandro Páez y Juan Carlos Espinoza (Aconquija), junto
a las Fuerzas Vivas del departamento insistieron en que Bajo El Durazno les
pertenece y que no están dispuestos a aceptar un "fallo salomónico” para
dividir en partes iguales las regalías mineras con Belén, como ocurrió con el
primer gran emprendimiento minero. Así las cosas, lo que en verdad está en
juego entre estos dos pueblos del Oeste provincial no es la renta minera, sino
algo infinitamente más valioso: la paz social.
El juez Cerda
explicó que en realidad el área minera se encuentra en una "zona de
indefinición” limítrofe, y que su informe sobre la ubicación de los yacimientos
se basó en datos de Catastro que, a su vez, están desactualizados. En
consecuencia, lo que a su criterio corresponde es que la Legislatura provincial
sancione una ley de límites, tal como lo prevé la Constitución. Incluso los
mismos andalgalenses señalaron que su pretensión es que el Poder Ejecutivo
provincial envíe a las cámaras un proyecto de ley en ese sentido, y que los
senadores y diputados le den un tratamiento preferencial. Seguramente, la ley
de límites no zanjará el conflicto entre andalgalenses y belichos; peor aún,
tal vez podría profundizarlo en caso de que la línea divisoria deje al
yacimiento minero de un lado y no del otro. Con todo, esa ley es sumamente
necesaria para el presente y el futuro. Lo que el Estado provincial debe
garantizar es que los pueblos hermanos no estén enfrentados por los fondos
mineros o por cualquier otra razón; y para ello tal vez tenga que replantear la
ley de distribución de las regalías, hablar de "regiones mineras” en lugar de
"departamentos mineros”, u otra salida que evite el conflicto permanente por la
riqueza de unos y otros. Asegurar la pacificación es el gran imperativo del
Gobierno.
En este contexto
reaparecen los interrogantes de siempre. ¿Por qué motivo en casi dos décadas de
gran minería en Catamarca no hubo iniciativas concretas para establecer por ley
los límites entre Andalgalá y Belén? Si bien es cierto que los celos entre
ambos pueblos nunca desaparecieron del todo, esos años, en su mayoría, fueron
magnánimos en riqueza minera y reparto de utilidades entre los municipios de
ambos departamentos. Hubo tantos recursos para un lado y otro que los
intendentes ni tiempo tenían de pelearse entre sí. Y si no que lo digan los ex
intendentes José Perea, de Andalgalá, y Daniel Ríos, de Belén, que ni se
acordaron de los límites difusos entre ambas jurisdicciones de tan ocupados que
estaban en gastar a más no poder. El de la Perla del Oeste embolsó durante sus
mandatos una verdadera fortuna de la minería, que bien administrada podría haber
transformado el aparato productivo del departamento y generar las condiciones
para un desarrollo económico histórico. Pero prefirió invertir en su propio
exhibicionismo, con pomposos montajes en hoteles 5 estrellas en Buenos Aires y
otras vanidades. Por su lado, el radical Ríos no tuvo mejor idea que usar las
regalías para financiar un plan de becas para desocupados, a contramano de los
fines establecidos en la ley de distribución. Una medida genuinamente
clientelista que justificó con el argumento de que, en su carácter de
intendente, él podía hacer lo que le venga en ganas con la plata de la minería.
Por aquel despilfarro de los recursos de la mejor minería, hoy sus sucesores se
pelean por las migajas de lo que queda.