jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

El aporte de Boudou

Por Redacción El Ancasti
El vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, representó a la Argentina en la ceremonia de asunción de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay. La coincidencia de este evento con la realización de la Asamblea Legislativa ante la cual la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, brindó su mensaje, fue la excusa perfecta para que Boudou no estuviese presente en el Congreso de la Nación.

El oficialismo nacional temía, con sobrados fundamentos, que la presencia del vicepresidente fuese objeto de duras críticas de la oposición, habida cuenta del avance de las causas judiciales que lo involucran. De modo que el viaje a Uruguay le vino muy bien para justificar su ausencia en el recinto legislativo.

Pero su paso por el vecino país tampoco fue un remanso. Tuvo que soportar, durante el acto institucional, ser abucheado por un sector de los asistentes.

Ya desde el año pasado resulta controvertida la presencia de Boudou en los ámbitos institucionales, incluso en los que son naturales a la función que ocupa, como por el ejemplo el Senado de la Nación, que preside. Su participación en la vida institucional de la Nación se ha reducido prácticamente a la nada, repitiendo el estigma que parece afectar a los vicepresidentes, aunque por variados motivos. Se recordará el caso de Julio Cobos, que por diferencias políticas evidentes con la administración kirchnerista fue marginado –o se automarginó, según cual fuere la perspectiva política de análisis- de muchos de los roles que son competencia del cargo. 

Si bien en todo sistema republicano rige como principio básico, e invulnerable, la presunción de inocencia, la probable participación de Boudou en casos de corrupción administrativa crea zozobra institucional y, de un modo u otro, pone en crisis la legitimidad de su accionar. De allí su desaparición de la escena pública. 

Es que en algunas de las causas por las que es investigado, el vicepresidente de la Nación está procesado y va camino a juicio oral, que se concretaría cuando venza su mandato, luego del 10 de diciembre de este año. 

Es decir, la Justicia ha determinado que, prima facie, existen pruebas de que los delitos se cometieron y que el imputado ha tenido participación en ellos. No es culpable, pero ya hay una presunción de culpabilidad, pues se ha invertido la carga de la prueba.

El cargo que ostenta Boudou ha sido consagrado por el voto popular, al igual que el de Cristina Fernández, con la que compartió la fórmula presidencial en la boleta electoral. De modo que no es atribución de la presidenta ni del Poder Ejecutivo pedirle un apartamiento del cargo.

Tampoco resulta razonable su renuncia, mientras no reciba condena judicial, pero en función de su nulo aporte al funcionamiento de las instituciones y el desgaste de su figura como hombre público, que no le permite ni cumplir acabadamente su rol de presidente del Senado ni representar debidamente al país, como ha quedado comprobado el domingo último, lo más conveniente sería un pedido de licencia.

Descomprimir la tensión institucional y romper con la inercia de su pasividad a través de paso al costado, sería el mejor aporte republicano que Boudou podría hacer a la vigencia del sistema republicano en las actuales circunstancias.
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