viernes 29 de marzo de 2024
EL MIRADOR POLITICO

Anchoas en el desierto

Por Redacción El Ancasti

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y sus acólitos han decidido enfatizar sus rasgos más irritantes en la retirada. Podrá reprochárseles el flaco aporte que tal actitud significa para una necesaria serenidad en la transición, pero no la falta de coherencia. 

Para el ultrakirchnerismo, la derrota de Daniel Scioli es menos una contingencia de la confrontación democrática que la posibilidad de desenchalecarse, al fin, de la mesura. El pobre saldo de la reunión que mantuvieron la Presidenta y Mauricio Macri después del balotaje indicaba ya que no estaba dispuesto a facilitarle las cosas a su sucesor. La sanción a libro cerrado de casi un centenar de leyes en la Cámara de Diputados de la Nación, quórum reglamentario teñido de sospechas de enjuagues incluido, vino a confirmar la presunción. Ya antes de las elecciones se designaron jueces e integrantes de la Auditoría General de la Nación con las mismas metodologías prepotentes de arrebato.

No se trata de negar que el conflicto es un componente esencial de la actividad política, como postulan taimados promotores de armonías tan idílicas como imposibles, pero el conflicto se ha saldado el 22 de noviembre, guste o no, a favor de la propuesta de Macri. El resultado es circunstancial y más temprano que tarde vendrán nuevas y ríspidas instancias de litigio bajo las saludables reglas de la democracia y el sistema republicano, que para eso la voluntad popular consagró sus representaciones. Hasta que la renovación de estas representaciones se haga efectiva, los vínculos entre el Gobierno crepuscular y el inminente oficialismo deberían tender a evitarles a los argentinos traumas adicionales a los que de por sí conlleva un cambio en la cima del poder.

Sin embargo, el kirchnerismo ha elegido continuar con el desprecio por las normas y las instituciones y profundizar las agresiones. 

Es el kirchnerismo, en soledad, el que elige este camino. En el golpeado PJ prima una prudencia expectante, que no ha de confundirse con inocencia ni cheques en blanco a favor de Macri. Simplemente hay un nuevo mapa político en el país y la mayoría de los que han quedado en la vereda de la oposición aguarda a que la nueva administración se ponga en marcha para orientar sus movimientos con mediana razonabilidad.

Para no caer en inconsistencias, los "k” se preparan por su lado para un final a toda orquesta: una gigantesca movilización de despedida a Cristina Fernández el día de pase de mando, cosa de dejar sin espacio para celebraciones a los seguidores del nuevo Gobierno. Se convoca a la resistencia popular, como si no se hubieran elegido representaciones institucionales ni se celebraran nuevamente elecciones para la renovación parlamentaria dentro de dos años.



Profecías

Sobre todo en el último tramo de la campaña electoral, el oficialismo precipitó sobre el electorado la "campaña del miedo”. Consistía en augurar que las siete plagas de Egipto quedarían reducidas a un resfrío comparadas con las catástrofes de la gestión Macri. 

Las manifestaciones y acciones del kirchnerismo en el ocaso exponen el perverso deseo de que estas catástrofes efectivamente ocurran, así el equivocado pueblo argentino, a fuerza de padecimientos, escarmienta y advierte la inmensidad del error cometido el 22 de noviembre para clamar por el retorno del poder santacruceño. Es como si algunos convocaran al caos con la pretensión de quedar en pie entre los escombros, como si ansiaran diciembre de 2001.

A criterio de la Casa Rosada, los votos obtenidos por Scioli son todos del kirchnerismo, que de este modo mantendría, pese a la derrota, la representación de casi la mitad del electorado del país. 

Es posible, sin embargo, arriesgar otras lecturas menos fanáticas. Por ejemplo, que Scioli perdió lastrado por el peso de un fundamentalismo kirchnerista, al que la mayoría de la sociedad es refractaria. El perfil moderado no le alcanzó al bonaerense para compensar la erosión de las provocaciones de sus socios, menos aún cuando se vio obligado a defender lo indefendible.Si no puede negarse que en el voto a Scioli hay un reconocimiento a muchas de las políticas instrumentadas en la era "k”, tampoco es inverosímil suponer que lo que resultó determinante para que Macri se impusiera fue el hartazgo social por el confrontativo y paranoico estilo de administración de los conflictos del kirchnerismo, en el que se persiste no obstante como si nada hubiera tenido que ver con el desenlace de los comicios.


Complejo panorama
El país asoma a un horizonte político y económico complejo, cuyas alternativas deberán ser enfrentadas por la gestión Macri. Asumir esto no implica de ningún modo arriar banderas ni convicciones, pero sí reconocer la necesidad de no añadir dificultades a las ya existentes, con la persecución de objetivos facciosos y mezquinos. 

El reacomodamiento de la política cambiaria, imprescindible para que la economía recupere competitividad, demanda al menos 20 mil millones que hay que ver de dónde salen. A esto se suma la revisión del sistema de retenciones a las exportaciones y de los subsidios a los servicios -el vigente vence el 31 de diciembre-, que tendrán impacto fiscal.

Falta muy poco para que el señor Macri empiece a mostrar para qué lado renguea en ejercicio de la Presidencia. Estará obligado, porque así lo determinaron las urnas, a negociar en el Congreso para construir consensos con la oposición. 

La situación interpela a Macri, pero es un desafío sobre todo para las fuerzas políticas que actúan en la democracia argentina. 

El kirchnerismo, consecuente con su historia, ofrece en este difícil contexto anchoas en el desierto.

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