martes 19 de marzo de 2024
|| CARA Y CRUZ ||

La criatura se rebela

El fenómeno es frankensteiniano. Como el doctor Víctor Franskenstein, el "moderno Prometeo", diera vida a su criatura...

Por Redacción El Ancasti
El fenómeno es frankensteiniano. Como el doctor Víctor Franskenstein, el "moderno Prometeo", diera vida a su criatura en la famosa novela de Mary Shelley, ministros del Poder Ejecutivo promovieron sindicatos en sus respectivas áreas apenas se hicieron con las lapiceras. Y como el monstruo de Frankenstein se rebelara a su creador, los sindicatos ministeriales dejaron de responder a las directivas de sus padrinos originarios para acatar a una lógica propia, más clásica todavía que la novela decimonónica de Shelley: dinero para aplacar los alzamientos. Pero hay diferencias entre el doctor Víctor Frankenstein y los coroneles del Gobierno catamarqueño. Mientras Frankenstein pagaba el costo de la ambición de crear vida, a los jerarcas locales los atormentan ahora las consecuencias del fracaso de una meta al mismo tiempo prosaica e ingenua: la adquisición a perpetuidad de la lealtad de las organizaciones gremiales que alumbraron, de las que supusieron podían disponer como tropa política todo servicio, incluido el de engalanar actos proselitistas y oficiales alzando pancartas y exhibiendo pecheras y "merchandising" de la repartición correspondiente, cosa de que la superioridad identificara bien a quién atribuir los méritos. Acaso hayan alcanzado este último fin identificatorio, aunque es dudoso que el Gobierno se sienta reconfortado con las protestas en la misma medida que con las contemplación de columnas avanzando a golpe de bombo, redoble de tamboriles y clarinadas en las concentraciones.



Fue ilustrativo lo de ayer en la Plaza 25 de Mayo. Los empleados del Ministerio de Obras Públicas se movilizaron frente a la Casa de Gobierno para presionar por mejoras salariales. Como no les dieron una respuesta favorable y la Dirección de Inspección Laboral dictó la conciliación obligatoria, se volvieron contra los delegados colocados por el ministro Rubén Dusso, a quienes calificaron como "traidores" y "vendidos". Empiezan a insinuarse los riesgos de la maniobra ministerial de alentar organizaciones sindicales propias. Los beneficios otorgados en la génesis de la estrategia no son agradecidos por los beneficiarios, que ahora están organizados y sólidos para ir por más con el argumento más inquietante: los votos que el oficialismo creyó comprar se volverán en contra si no se satisfacen las demandas. Perverso es el sistema clientelar madurado en Catamarca. La pretensión de tener sindicatos controlados por la política surge de la ignorancia y la incapacidad de comprender el comportamiento de estas organizaciones. Los delegados ungidos por los ministros no podrán oponerse al desborde de sus bases sin perder de inmediato representatividad y legitimidad, de modo que, o renuncian a su incipiente carrera sindical o se retoban a las directivas de sus jefes. Para el Gobierno acosado por los reclamos salariales, el resultado del experimento será el mismo, cada ministerio, cada repartición, movilizada para disputar las tajadas del Presupuesto. La ficción del control comienza a ser evidente.



Coincidió la movilización de Obras Públicas con la de la Asociación de Docentes Unidos de Catamarca (ADUCA), cuyas huestes eran bastante menos nutridas que las de sus ocasionales compañeros de escenarios. La concepción general era sin embargo la misma: linealmente, el Gobierno tiene plata y debe repartirla en los sueldos. Cada peso que entra tiene que ir a los salarios, porque de lo contrario tronará el escarmiento de las protestas y en las urnas. Esta encerrona no fue imaginada por los modernos prometeos de los Ministerios, a quienes para colmo les estalla la rebelión en momentos críticos. Obras Públicas debe proceder al reemplazo de los ventiladores de techo de las escuelas, urgido por los calores infernales, con el personal en plena revuelta, por mencionar solo un caso cortito y sencillo. No terminará acá la historia. La idea de que toda la plata del Estado tiene que ir a los sueldos se alimenta en los sablazos que la casta política le mete al erario sin pudor cada vez que tiene la oportunidad. El ejemplo cunde.
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